Abeja
Anthidium manicatum
Linnaeus, 1758
Orden: Hymenoptera
Familia: Megachilidae
Origen: Introducida
Anthidium manicatum
Linnaeus, 1758
Orden
Hymenoptera
Familia
Megachilidae
Origen
Introducida
DISTRIBUCIÓN
Mundial: Norte de África, Europa y oeste de Asia. Introducida en Norteamérica, Sudamérica y Oceanía.
Introducida en Canarias en la década de 1950. Llegó primero a Tenerife, isla en la que es más abundante. Aparece ligada sobre todo a medianías y zonas altas de la vertiente norte.
FENOLOGÍA
IDENTIFICACIÓN
Tamaño: 10 - 16 mm.

De cuerpo grueso, compacto y con escasa pilosidad amarillenta, destaca su contrastada coloración negra y amarilla. En el abdomen muestran anchas fajas amarillas en todos los terguitos, interrumpidas por el centro. Las hembras presentan en los basitarsos de las patas unos cepillos especiales para «cardar» los pelos que recolecta de las plantas y poseen, además, una escopa de pelos amarillos bajo el abdomen. Los fémures de las patas son en gran parte de color rojizo. Los machos se distinguen por su tamaño bastante mayor, algo inusual entre las abejas, y por las fuertes espinas en el extremo del abdomen, con las que defiende el territorio. Posee también unos característicos peines de largas setas blancas en todas las patas.

Anthidium manicatum (hembra), en Salvia canariensis. Foto: Gustavo Peña.

Anthidium manicatum (macho), en Sideritis oroteneriffae. Foto: Gustavo Peña.

PLANTAS VISITADAS

Tiene una especial preferencia por Lamiaceae, como Salvia, Sideritis, Lavandula o Cedronella, aunque también visita con frecuencia plantas de otras familias, como Bituminaria, Carlina, Limonium o Echium.

CICLO VITAL

Los nidos son construidos en el interior de galerías en madera, en tallos huecos o en grietas de rocas; también aceptan con facilidad las cajas de nidificación artificiales. Las hembras recolectan la pubescencia y las secreciones de ciertas plantas para revestir y separar las celdas de cría. En cada una de ellas deposita un huevo y hace acopio de una mezcla de polen y néctar, como alimento para la larva. Los machos son los más agresivos entre las abejas y expulsan a otros machos y a cualquier otro insecto que sobrevuele su territorio; al repeler a otros polinizadores hace más atractivo su territorio para las hembras, que tienen así disponibles más recursos florales.

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