Si tuviera que elegir uno de los comportamientos más sorprendentes y desconocidos de las abejas, sin duda sería la existencia de toda una legión de especies de abejas parásitas que viven a costa del trabajo de otras especies. Éstas presentan una fascinante forma de vida que consiste en poner sus huevos en los nidos de otras abejas, lo que se denomina cleptoparasitismo o parasitismo de puesta. Es un comportamiento similar al del popular pájaro cuco, lo que ha llevado a conocerlas como abejas cuco. Las larvas de estas abejas se alimentan de las reservas de polen y néctar recogidas por la madre parasitada, y normalmente matan a la larva hospedadora ¿Para qué esforzarse en colectar polen y néctar de las flores si se puede vivir del trabajo de otras especies?
Esta peculiar forma de vida ha resultado ser todo un éxito evolutivo ya que supone un 12% de la diversidad mundial de abejas. Curiosamente, existen más especies de abejas cuco que de abejas sociales, como los abejorros o la abeja de la miel. En Canarias, estas cifras son todavía más extremas: de las 125 especies de abejas, 28 son de abejas cuco o cleptoparásitas, lo que supone un 22% de nuestra fauna de abejas, frente a sólo tres especies sociales. Normalmente, las abejas cuco no parasitan a muchas especies, sino que se especializan en invadir los nidos de una o unas pocas especies determinadas. Y no solo eso, muchas de estas abejas están emparentadas con los huéspedes a los que parasitan, lo que se conoce como la regla de Emery.
Los adultos de las abejas cuco tienen una complexión robusta, y suelen estar provistos de una fuerte coraza con estructuras defensivas, como espinas. La mayoría de las especies destacan por sus colores llamativos, como Thyreus y Melecta, con elegantes patrones de color blanco y negro, o Nomada y Sphecodes, con combinaciones de negro y colores rojizos o amarillos, que junto con la escasa pilosidad de muchas especies le dan un aspecto más parecido a una avispa que a una abeja. Las hembras de las abejas cuco se caracterizan porque carecen de estructuras típicas de una abeja, como las necesarias para recolectar el polen, cavar agujeros en el suelo o manipular materiales para la construcción del nido, ya que no necesitan realizar todas esas tareas.
La hembra de la abeja cuco aprovecha que la dueña del nido está ausente para depositar su huevo. Cuando el huevo de la abeja cuco eclosiona, la larva está provista de unas fuertes mandíbulas alargadas, que le sirven para matar al huevo o larva del hospedador al que parasitan, tras lo cual aprovecha todas las reservas de polen y néctar de la celda para su propio desarrollo.
Debido a su alto desconocimiento y rareza, las islas oceánicas como el archipiélago canario proporcionan un excelente laboratorio para el estudio de la ecología y evolución estas abejas cuco. Por un lado, la colonización de las islas por estos ladrones de polen está limitada por la presencia de su hospedador específico al que parasitan, ya que para que la abeja cuco consiga establecerse en una nueva isla, su hospedador tiene que haber llegado previamente. Y por otro lado, en las islas al generarse frecuentes eventos de especiación de las abejas hospedadoras, se da un escenario único para estudiar la coevolución de sus especies parásitas.
Texto: Carlos Ruiz