Conocer los datos de diversidad (número de especies) de un determinado territorio es bastante sencillo ya que existen muchas listas de especies publicadas en libros o artículos científicos. Sin embargo, precisar en una determinada localidad englobada dentro de un territorio más extenso (por ejemplo un país o un archipiélago) es una tarea algo más tediosa. Pongamos un ejemplo para ilustrarlo. En Canarias existen 125 especies de abejas pero, ¿Cuántas especies existen en el Parque Nacional del Teide? ¿Y en el oeste de Lanzarote? ¿Cuáles son las zonas de Canarias donde se han encontrado más especies?
Para responder a esta y otras más preguntas contamos con una potente herramienta que se llama “Banco de Datos de Biodiversidad de Canarias”. Se trata de una plataforma de carácter público y oficial, gestionada por técnicos del Gobierno de Canarias, en la que se registran datos georreferenciados sobre la distribución de especies que habitan en Canarias. Así, a un simple “golpe de ratón”, tenemos acceso a ingentes cantidades de información. No solo podemos conocer dónde habita una determinada especie a una resolución de celdas 500 x 500 m, sino que además podemos analizar información de un conjunto de ellas. Así, y centrándonos en el caso particular que nos ocupa, podemos crear un mapa como el que se muestra a continuación donde veamos las zonas de Canarias con mayor número de especies.
En primer lugar destaca cómo las islas más jóvenes (El Hierro, La Palma y La Gomera) presentan menos diversidad que en el resto, donde se ven importantes “manchas” de diversidad. En Tenerife destacan zonas costeras del sur como el Malpaís de Güímar, El Médano o la costa norte de Anaga. En Gran Canaria encontramos zonas como Las Palmas y las Dunas de Maspalomas mientras que en Fuerteventura y Lanzarote algunas zonas del interior en el centro y en el norte poseen una gran diversidad. Este patrón se debe, en primer lugar, a que la mayoría de las abejas encuentran su óptimo biológico en zonas áridas o semiáridas, como son las zonas costeras o los matorrales de alta montaña. Es por ello que ecosistemas como el pinar o el bosque de laurisilva, más húmedas y ricas en otra clase de especies, encontramos pocas abejas.
Por otra parte, esta distribución conocida está directamente relacionada con la información publicada. Me explico. Que haya muchas zonas en el mapa sin una sola especie no significa que no haya abejas, sino que nadie las ha citado aún. Esto puede ser visto como un hándicap o como una oportunidad. La primera postura alude a que solo podemos conocer con seguridad la diversidad de zonas que han sido bien muestreadas. La segunda, sin embargo, es más alentadora ya que significa que estas zonas sin muestrear pueden aportar muchas sorpresas. La posibilidad de encontrar datos que antes no se conocían (especies nuevas, especies exóticas, interacciones florales…) es mayor en estas zonas, dado que nadie las ha estudiado antes.
Quedan claras una serie de cuestiones que merecen ser destacadas. En primer lugar, podemos hacer uso de esta base de datos para conocer los lugares más cercanos a nuestros domicilios donde poder ver una gran cantidad de especies. Por otra parte, el conocimiento de la fauna de abejas está lejos de estar completo. Por último, y relacionado con la cuestión anterior, todavía queda mucho esfuerzo por hacer para llegar a conocer cada vez mejor a este grupo (así como otros muchos) y, por lo tanto, toda pequeña aportación es bienvenida para acercarnos a esta meta.
Texto: Daniel Suárez