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Las abejas que contribuyeron a salvar un valioso espacio natural

Para proteger de forma efectiva a las abejas no es suficiente con conservar sus recursos de alimentación -las flores-, sino que también es imprescindible preservar sus lugares de nidificación. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en el Malpaís de Güímar, un maravilloso espacio natural ubicado en la costa este de Tenerife, que consiste en un imponente volcán, denominado Archaco por los aborígenes, y el delta de lavas que emitió hacia el mar hace unos 10.000 años. Este malpaís se encuentra hoy poblado por una de las mejores representaciones de la vegetación propia de las zonas costeras de Canarias, dominada por tabaibas y cardones.

Vista panorámica del Malpaís de Güímar. Foto: Gustavo Peña

El tercio norte de este campo de lavas aparece parcialmente recubierto de arenas de origen marino, que los alisios arrastran hacia el interior del espacio formando una banda continua que se extiende hasta la base del volcán. Este ecosistema arenoso, extremadamente raro en la isla de Tenerife, constituye el área de nidificación de una gran diversidad de himenópteros, tanto abejas como avispas, como quedó de manifiesto en un estudio realizado por los investigadores Francisco La Roche y Luisa Suárez a mediados de los años 90. Estos insectos son activos polinizadores de las plantas del Malpaís, y por tanto ofrecen un servicio ecosistémico fundamental para la preservación de la flora del lugar.

Andrena mediovittata es una especie muy escasa en Canarias, que tiene en el Malpaís de Güímar una de sus mejores poblaciones. Foto: Gustavo Peña

Los enormes valores naturales -y también culturales- de este espacio fueron decisivos para que se protegiera en la primera ley de espacios naturales de Canarias de 1987. Sin embargo, la banda de arenas quedó fuera de los límites del área protegida, a pesar de que la comunidad científica ya empezaba a advertir sobre su gran interés. En la siguiente ley de Espacios Naturales de Canarias, de 1994, tampoco se incluyó el ecosistema arenoso dentro de la nueva Reserva Natural Especial, aunque en esta ocasión fue considerado como Área de Sensibilidad Ecológica. Sin embargo, esta categoría ofrecía mucha menos protección, tal y como pudo constatarse tan solo cinco años después, cuando se aprobó en el ayuntamiento de Güímar una propuesta para convertir el lugar en suelo industrial, lo que conduciría a su irreversible destrucción.

Vista aérea del Malpaís de Güímar. Fuente: GRAFCAN

Tan descabellado proyecto provocó una importante movilización ciudadana y, con el apoyo de científicos y académicos, se constituyó una plataforma con el objetivo de redactar una Iniciativa Legislativa Popular para proteger este singular y valioso ecosistema. Tras una intensa campaña de divulgación, en tan solo unos meses se recogieron más de 23.000 firmas apoyando esta I.L.P., que fueron entregadas en el Parlamento de Canarias. Tuvieron que pasar cinco años más hasta que, por fin, en diciembre de 2006, el Parlamento aprobó la ley por la cual se ampliaban los límites de la Reserva del Malpaís de Güímar. De esta manera la banda de arenas quedó incorporada al espacio natural, protegiendo definitivamente de la especulación a este increíble santuario para las abejas y otros insectos.

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